lunes, 29 de octubre de 2007

ROCKAINA - "La mejor mierda"

Sin duda alguna, éste es uno de esos ejemplos que muestran cómo de relevante puede llegar a ser, en un momento dado, el nombre de un grupo. Es un factor que, evidentemente, no tiene porqué ser crucial o definitivo a la hora de valorar una banda, pero también es indudable que, cuanto menos, constituye un activo poderoso capaz de abrir no pocas puertas. Y, por lo pronto, éste fue el caso. Eso sí, un caso humilde y modesto, ya que las puertas que ante ellos se abrieron fueron las de la morada (y nunca mejor dicho, juas) del PUNK PHILOS. De hecho, tanta fue la “hospitalidad” dispensada que no sólo llegaron a sonar en innumerables ocasiones a través del programa, sino que también aportaron una canción para el 2º de los recopilatorios que editamos e, incluso, visitaron Barna gracias a uno de los bolos que el PUNK PHILOS organizamos la temporada pasada.

Con el tiempo, uno ha podido comprobar que dicha hospitalidad es recíproca, ante lo cual aumenta la satisfacción que me produce el recordar, de tanto en tanto, aquel instante en el que me decidí a escribirles con el fin de que me enviasen el CD para la radio. Y todo fue, en gran parte, empujado por ese primer golpe de efecto que me causó ese magnetismo implícito de la palabra “Rockaina”. Por si esto fuera poco, el título del disco no le iba a la zaga en absoluto: “La mejor mierda”. Pues yo, tenía que probarla.

Confieso que en un primer momento los remilgos de mi caprichoso paladar hicieron que opusiese ciertos reparos, pero con un poco de insistencia y, a fuerza de tirar de la cadena de audio, para cuando me quise dar cuenta ya me había convertido en un completo adicto a una de “las mejores mierdas” que había probado hasta la fecha.

Si el envoltorio era ya de por sí una golosa invitación a este ejercicio de coprofagia musical, con esa cautivadora y sugerente portada que ya desde un buen principio augura el alto nivel del arte que nos encontraremos contenido en el interior del libreto, consumar dicho acto merced a la cata de la galleta digital me supuso adentrarme en el universo particular rockainómano, donde la exquisita lírica desplegada en todos y cada uno de los cortes se conjugaba a la perfección con un sonido cálido y cautivador, no exento de descaro, logrando evocar ambientes y recrear historias en las que cualquiera puede verse identificado.

Y es que este disco contiene 11 bocados a eso que llamamos realidad y que, bien mirado, no deja de ser, seguramente, “la mejor mierda” con la que cada persona contamos nada más nacer. De tal modo que nadie puede protestar por morirse de hambre, pero ello no elimina el riesgo, siempre presente, de acabar atragantándose. Y es aquí donde radica el secreto: no engullir ciegamente, sino masticar con tiento, para poder degustar con intensidad los episodios dulces a la vez que se aprende a encarar y atenuar la amargura de los sinsabores.

Esta materia es una de las bazas de Rockaina, donde se muestran certeros y hábiles, sabiendo ir un poco más allá, descorriendo el telón de la función de la vida para ver qué se cuece tras él, radiografiando estampas cotidianas cuyo esqueleto no es más que la frágil tensión mantenida por la dialéctica entre corazón y mente. Así se van sucediendo las alusiones a diversos temas, que van tratando conflictos y quejas, anhelos y desenfrenos: desde el emotivo retrato de una gaupasera de vuelta a casa una vez que “se encienden las luces, y se hace de día”, hasta el relato de cómo uno puede acabar estrellándose en las estrellas, pasando por la elegante denuncia que se hace del robo infame al que se ven sometidos tantos niños que crecen dando “la cara a la pared”, o la constatación de que las despedidas, en no pocas ocasiones, pueden ejercer de balsámicas y “merecidas vacaciones”.

Y todo ello acolchado a la perfección sobre unos ritmos que saben jugar con todos los tiempos que van requiriendo las canciones, y que se sirven de una ristra de incontables matices que logran impregnar el disco entero con una riqueza extraordinaria, donde los coros son la guinda de este pastel, sumándose a la fiesta en calidad de invitados de excepción. A caballo entre los medios tiempos y los compases de corte más acelerado, destacan por la soltura con la que recurren a pasajes que desencadenan “in crescendos” y que estallan en apoteosis finales, a la vez que hacen gala de una fina sensibilidad para facturar estribillos pegadizos. Es con estos ingredientes que Rockaina consiguen aportar su propio sello de calidad a una música altamente genuina, con elevadas dosis de transparente personalidad y desinhibida frescura, que por méritos propios le permite hacerse con el distintivo de calidad que otorga denominación de origen a “la mejor mierda”.

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