sábado, 26 de diciembre de 2009

¡¡¡Cambio de blog!!!

¡Muy buenas, peña! Saludos a todos los que estéis ahí al otro lado. A los que, de hecho, sigáis ahí. Porque la verdad es que ya no sé si serán muchos o pocos, pero sí que la lógica aplastante me dice que lo más presumible es pensar que, cuanto menos, soys menos gente. Y sí, realmente ahora podría estar bien traído aquello de que uno, antes que lamentarse por los que faltan, ha de alegrarse por los que están. Pero va a ser que no es éste el caso. Y eso se debe a que en esta ocasión la responsabilidad cae y recae, toda todita, de manera apabullante, sobre mí. En un desvergonzado e inexcusable ejercicio de "missing", mi espantada ha ido adquiriendo tal longitud, y por ende tales tintes de absoluta falta de mínimo compromiso, que bien pudiera decirse que he conseguido, en este poco tiempo, dar al traste con todo ese buen bagaje que arrastraba, que venía acumulando, desde hace ya más de dos años, colgando cada semana, con puntualidad cuasi religiosa, todas las ediciones que llevaba realizadas del Punk Philos hasta la fecha.

Como bien decía antes, no hay excusa posible que pueda tratar de justificar el hecho de no haber sido capaz, en estos dos últimos meses (semana arriba, semana abajo), de hacer exactamente lo que estoy haciendo ahora . Y mira que así tampoco hubiese sido necesario extenderme con semejante perorata, pero parece ser que algo dentro de mí me empuja a crear siempre las condiciones que, de algún modo, me fuercen a tener que usar el recurso de la chapa mastodóntica. Aunque, por otro lado y bien pensado, es también perfectamente plausible la hipotética posibilidad de que, de todas maneras, hubiese acabado dando rienda suelta, vía teclado, a mi desaforada verborrea. Para mí que igual va a ser esto segundo... Igual va a ser que me gusta. Sí sí, que me gusta soltar la tostadora, acaso imbuído por la subconsciente seguridad que me otorga el hecho de no toparme con más oposición física a mis desmanes y desvaríos discursivos que las condicionadas por el intermitente atropellar de mis dedos, unos contra otros, provocando con ello los contadísimos deslices que atesoro a la hora de ir escribiendo, de ir pulsando las teclas, de ir convulsionando enfermizamente mis dedos sobre el teclado. He dicho.

¡Pero cualquiera diría que me gusta! Esto de soltar la chapa...

Pues eso, es obvio, no hay más que mirar arriba: efectivamente, cualquiera lo diría. Lo que ya no se presenta tan claro es que cualquiera pueda despejar esa incógnita por la cual me cuesta tanto ponerme a empezar un texto, a comenzar con esa primera puta frase que tantas veces acaba siendo esquiva, desechada, en aras de perder (o no) el tiempo con cualquier otra cosa. Y abro la posibilidad entre paréntesis a ese No porque, ciertamente, estas últimas semanas mis energías y dedicación se han visto abocadas, de un modo irremediable, a centrarse (o a ser absorvidas) por otra de las historias que, en mi vida, pues ocupan un lugar preferente, por no decir prioritario.

Así es que aquí quedan mis atribuladas disculpas, aun a sabiendas del riesgo que corro ante la posibilidad de que más de un lector, a estas alturas de entrada del blog, haya tirado la toalla y se haya ocupado en menesteres más productivos. Pero si, por contra, todavía sigue leyendo esto, tal vez estimulado por alguna suerte de aguante y brío titánicos, espero que también tenga a bien considerar la visita del siguiente enlace, que no es otro que el que le vinculará con la página que lleva incorporados la mayoría de los programas de esta cuarta temporada, y además, como bien podrá advertir, con ciertas mejoras e innovaciones que deseo redunden en beneficio y comodidad de los que, todavía, alguna que otra vez, seguís oyendo el programa. A todos vosotros, muchas gracias. Que no he vuelto, porque no me había ido. Fue sólo que me ausenté, y lo hice sin despedirme. Y sí, eso está feo. Está muy feo. Pero eso ya lo he dicho. Así que no voy a reiterar mis excusas. Y si os parece, pues lo dejo aquí.